El teatro me ha hecho más humano
(o cómo aprendí a abrazar sin pedir permiso)
Hubo un tiempo en que no sabía abrazar. No porque no quisiera, sino porque no sabía dejarme abrazar. Como mucho, un gesto rápido, correcto, reconfortante. Pero los míos decían algo extraño:
—Tus abrazos son distintos.
“Qué energía de abrazo”
“Cómo me ha gustado tu abrazo”
Y yo pensaba: si supieran lo que me cuesta.
Durante años creí que el afecto no formaba parte de mí. Lo pensaba tanto que dejé de sentirlo. La mente me convenció de que la ternura era debilidad, que mostrarla era peligroso. Pero el cuerpo… el cuerpo sabía otra cosa. El cuerpo siempre lo sabe antes.
El teatro me enseñó a escucharlo. A no traducir lo que siento en lógica, sino en presencia.
Abrazar como forma de resistencia
Hoy me enorgullece ser cariñoso. No me da miedo decirlo. He aprendido que abrazar también es una forma de resistencia.
Antes creía que los problemas no existían, que el cansancio era falta de coraje, que detenerse era rendirse.
Hasta que llegué al arte dramático y descubrí un mundo donde la vulnerabilidad no es defecto, es materia prima.
Allí convivimos todos:
Los sensibles, los intensos, los ansiosos,
los que piensan demasiado,
los que sienten sin filtro,
los que ríen y lloran en el mismo minuto.
Y entre tanto caos aprendí a observar —de verdad—. A ver más allá del personaje y más cerca del alma.
Transformar el dolor en verbo
El teatro me humanizó. Me enseñó que los problemas sí existen y que también pueden ser material escénico.
Que no hay emoción inútil ni herida sin valor.
Que todo puede transformarse en energía.
Energía escénica.
La que convierte el dolor en verbo.
La que hace que un grupo de adolescentes hable del bullying, de la exclusión, de la identidad, del miedo, del amor, y lo convierta en arte.
Porque el teatro no solo se representa, se repara.
Donde la emoción se hace grupo
El teatro me ha hecho humano porque me ha sentado en círculo, en el suelo, junto a personas con historias parecidas a la mía, para mirarnos sin jerarquías, para compartir desde la entraña.
Allí lloramos, reímos y pensamos juntos.
Allí convertimos la emoción en movimiento,
la herida en palabra,
la rabia en belleza.
Por eso adoro acompañar a adolescentes en procesos creativos. Porque tienen una lucidez que el mundo olvida. Porque sus corazones laten sin filtros y sus cerebros inventan galaxias nuevas cada cinco minutos.
Dicen que no tienen nada que decir.
Que solo miran pantallas.
Que no sienten.
Pero no los escuchan.
O no se atreven.
Yo sí.
Yo les escucho.
Y cada día me devuelven la fe en la humanidad.
Porque el teatro no solo me ha hecho actor. Me ha hecho humano.
Dales la oportunidART.
¿Qué te ha hecho más humano a ti últimamente? Respóndeme, quiero leerte.
✍️
Gracias por llegar hasta aquí. Si lo que has leído te ha removido, compártelo con alguien que lo necesite.
📩 Puedes escribirme respondiendo directamente a este correo —me leo todo.
🌐 Más sobre mí en: alextersse.com
📸 Instagram: @terssealex
basado en hechos reÁlex 🎭
